Beata Alejandrina
María da Costa
1904-1955
Alma víctima de la Eucaristía
y de la consagración al Corazón
Inmaculado de María
S. C. T. J. M y el Padre
Jordi Rivero
Alejandrina Maria da Costa, miembro laico de
la Unión Salesiana. Se tiró por una ventana a la edad de 14 años para preservar
su virginidad. Quedó paralizada por la caída. Desde su cama llevó un maravilloso
apostolado como alma víctima de oración, reparación y consejería espiritual para
muchos que la visitaban.
Al este de Balazar se encuentra la Iglesia de
Santa Eulalia y fue aquí donde el 2 de abril, de 1904 fue bautizada Alejandrina
María da Costa, habiendo nacido el 30 de marzo del mismo año, miércoles de la
Semana Santa. Hija de campesinos muy devotos y trabajadores. Su padre muere poco
tiempo después de su nacimiento. Alejandrina creció con su hermana mayor,
Deolinda, en un ambiente de rústica sencillez y piedad.
Junto a la Iglesia ocurrió un milagro:
apareció una cruz sobre la tierra que no se podía borrar.
En los escritos de Alejandrina da Costa se hacen tres referencias a esta cruz,
la última con fecha del 14 de enero de 1955. Estando en éxtasis, escuchó la voz
de Nuestro Señor, diciendo :
Un siglo atrás mostré a esta amada aldea la
cruz que viene a recibir a la víctima. ¡¡Oh Balazar si no respondes!!
... Cruz
de tierra por la víctima que se entregó para nada... La víctima que es acogida
por Dios y que siempre ha existido en Su designio eterno. Víctima del mundo,
pero mas favorecida por bendiciones celestiales, quien ha dado TODO al cielo y
por el amor a las almas, acepta TODO. Confía, cree, hija mía, YO estoy aquí!!
Toda tu vida está escrita y sellada con una llave de oro..." -Alejandrina: Su
Agonía y Su Gloria.
Durante sus primeros años de vida se
fascinaba con las procesiones religiosas tan llenas de colorido que atravesaban
la aldea en días de gran celebración. A los tres años de edad, cuando reposaba
una tarde junto a su madre, vio un frasco de pomada en una mesa cercana.
Cuidadosamente, para no despertar a su madre,
se levantó para agarrar el frasco y justamente en ese momento su madre la llama.
Tal fue su sorpresa que el frasco cayó al suelo, rompiéndose en muchos pedazos.
Perdiendo el balance, Alejandrina cayó al piso, lastimándose el borde de su boca
en la cual llevó una cicatriz por el resto de su vida. La niña fue llevada al
dispensario clínico mas cercano. Su madre, María Ana, ansiosamente limpiaba la
sangre que botaba por su boca. Una gentil asistente se acercó para calmar a la
niña con una bolsa de dulces, a lo que Alejandrina respondió con patadas, gritos
y golpes.
"Esta fue mi primera ofensa", escribió años
mas tarde en su autobiografía, dictada a su hermana Deolinda, por orden de su
director espiritual. Alejandrina fue una niña muy alegre, atractiva y llena de
vida, pero sin comprometer jamás, con su jovialidad y espontaneidad, su precoz
espiritualidad.
Una de sus experiencias mas formativas fue
vívidamente descrita por ella años después:
Al morir nuestro tío, Deolinda y yo nos
quedamos en la casa de su familia por siete días después de su muerte para
asistir a las Misas de Difunto. Una mañana se me pidió que fuera a buscar una
bolsa de arroz en la habitación donde se encontraba el cuerpo de mi tío. Cuando
llegué a la puerta no tenía el coraje para entrar. Estaba aterrorizada, por lo
que mi hermana tuvo que buscar el arroz. Esa misma noche me ordenaron que fuera
y cerrara la ventana de ese cuarto. Mientras me acercaba a la puerta, sentí mis
rodillas temblar y, nuevamente, no pude entrar. Así que me dije a mi misma:
Tengo que luchar en contra de esto, tengo que sobrepasar este miedo, abrí la
puerta y lentamente caminé por el cuarto donde yacía mi tío. Desde ese día, y
con la ayuda de Dios, he sido capaz de manejar mis miedos.
Para el tiempo de hacer su Primera Comunión,
a los siete años de edad, Alejandrina ya había adquirido un profundo amor a la
Eucaristía, visitando el Santísimo Sacramento con inusual frecuencia y haciendo
comuniones espirituales en las ocasiones en las cuales no le era posible asistir
a Misa diaria. En una ocasión, una tía de Alejandrina que sufría de cáncer le
pidió que se acordara de ella en sus oraciones. La niña respondió con tal
perseverancia y fervor, que el hábito de la oración permaneció, desde entonces,
en su joven alma...
Escribió ella mas tarde: "Siempre he tenido
gran respeto por los sacerdotes. Algunas veces me sentaba sobre las escalinatas
en la entrada del pueblo y veía a los sacerdotes caminar por la calle...
Acostumbraba a levantarme con respeto cuando ellos pasaban frente a mi. Ellos se
quitaban el sombrero y decían el tradicional "¡Que Dios te bendiga!". Me di
cuenta que las personas me miraban por lo que algunas veces me sentaba en el
mismo lugar, a propósito, para poder levantarme en el momento apropiado y
mostrar mi reverencia por los sacerdotes".
Debido a las privaciones de la vida rural de
aquellos días y después de solo 18 meses asistiendo a la escuela, Alejandrina, a
los nueve años de edad, fue enviada a trabajar en el campo. Era un trabajo
forzoso y estaba expuesta al mal comportamiento y el vocabulario penoso de
quienes compartían sus labores. Al cabo de tres años, un empleado del lugar
trató de atacarla y acosarla, lo que el Señor impidió dotándola de una fuerza
inexplicable que provino mientras ella sostenía su rosario.
Después de este serio incidente, la niña fue
llevada de regreso a su casa. Esto le dio la oportunidad de renovar su amor y
devoción al Santísimo Sacramento. Mas adelante, ese mismo año, se enfermó
peligrosamente con tifoidea; su madre le daba el crucifijo para que lo besara,
Alejandrina inmediatamente movió su cabeza y murmuró: "quiero a Jesús en la
Eucaristía".
Finalmente se recuperó y fue trasladada a un
sanatorio de Póvoa,
en la acogedora costa Atlántica. Su salud permaneció precaria y al regresar a
Balazar todavía se encontraba débil y virtualmente invalida. Alejandrina se
dedicó a la costura en compañía de Deolinda.
Como
Santa María Goretti,
la mártir italiana de la pureza, Alejandrina se expone a la muerte antes de
ceder al pecado.
En 1918 ocurrió un acontecimiento que marcó
la vida de Alejandrina para siempre. Se encontraba en una habitación de la
planta alta de su casa en compañía de Deolinda y otra joven, tres hombres se
acercaron y exigieron con voz sugestiva que les dejaran pasar. Al Alejandrina
asomarse por la ventana reconoció a unos de los hombres que había sido quien la
acosara años atrás cuando trabajaba en el campo. Rápidamente cerró la puerta
pero los hombres lograron entrar por una puerta de escape que había en el techo.
Deolinda y la otra joven pudieron escapar pero Alejandrina quedó acorralada por
este hombre en el esquinero de la habitación. Ella gritaba:
"¡Jesús, ayúdame!",
azotándolo con su rosario. Detrás de ella había una ventana, a unos 13 pies de
altura sobre la planta baja. Era su única salida. Ella prefirió lanzarse a una
posible muerte antes que consentir a la pasión baja de aquel hombre.
El golpe de la caída fue muy severo y el
dolor era agudo. Rechinando sus dientes agarró un trozo de madera y se arrastró
hacia la casa. Su columna vertebral fue lastimada irreparablemente. Alejandrina
tenía 14 años. Fueron largos los años de un dolor que aumentaba incesantemente,
la incapacidad y la depresión se incorporaron, pero jamás consintió la
desesperación o el desfallecimiento.
Completamente paralizada, el 14 de abril, de
1924, quedó
postrada en cama de por vida, a los 20 años de edad.
Su familia desconsolada oraba por ella todas las noches. Se reunían alrededor de
su cama, prendían dos velas a la estatua de la Santísima Virgen y rezaban el
rosario de rodillas. Alejandrina pasaba el día meditando, orando y clamando a
Nuestra Santísima Madre por su sanación; le pedía a Jesús "su bendición desde el
cielo y desde todos los tabernáculos del mundo".
Por su creciente amor a la oración abandonó
sus distracciones. Empezaba a añorar una vida en mayor unión con Jesús. Esta
unión que ella percibía solo se podía dar orientando toda su incapacidad y
enfermedad al amor de Jesús. La idea de que el sufrimiento fuera su vocación no
tardó en suscitarse. Al final de ese mismo año,
Alejandrina se encontraba sumergida
en un deseo inefable de ofrecerse a Dios como alma víctima por la conversión de
los pecadores.
Después de haber orado y discernido, se
sintió confiada de que Nuestro Señor le estaba llamando a vivir una vida de amor
y reparación, ofreciendo voluntariamente todos sus sufrimientos al Amado, por la
conversión de los pecadores. Como San Pablo, Alejandrina podía decir "Ahora me
alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo
que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la
Iglesia" -Colosenses 1:24.
Ya llegaban a la aldea noticias de la
aparición de Nuestra Santísima Madre en Fátima, a unas 200 millas hacia el sur.
Eran muchas las curaciones milagrosas reportadas en el lugar. Inmediatamente se
organizó una peregrinación en Balazar. Alejandrina, quien profesaba un profundo
amor a Nuestra Madre, deseosa de estar completamente segura de la voluntad del
Señor en relación a su llamado al sufrimiento, le pidió a Nuestra Señora que le
permitiera acompañar a los peregrinos. El párroco y su médico insistieron que la
travesía sería suicida debido a su condición y la peregrinación tuvo que marchar
sin ella.
Cuando ya casi toda la aldea había partido
hacia Fátima, Alejandrina cerró sus ojos y comenzó a orar, ofreciéndole al Señor
el sacrificio de su abandono y desolación. Mientras oraba sus pensamientos se
transportaban hacia el Santísimo Sacramento en la Iglesia local de Santa
Eulalia, cercana a su aposento. Inesperadamente vino una iluminación.
Pudo entender que
Nuestro Señor también se encontraba prisionero en el tabernáculo.
Este eslabón con Jesús le permitió visitarle en espíritu y permanecer
constantemente en Su presencia, amándole incesantemente, orando, ofreciéndose
como inmolación para consolar Su Sagrado Corazón y obtener la conversión de los
pecadores. Sumamente conmovida y sobrecogida en lágrimas, Alejandrina suplicó a
Nuestro Señor le permitiera sufrir hasta el límite de su tolerancia si esto
ayudara a los pecadores a librarse del fuego del infierno.
No pudo ir a Fátima pero la Virgen María
consiguió para ella poder entender y vivir en la forma mas perfecta sus
mensajes, uniéndose estrechamente con el deseo de la Virgen expresado en aquel
lugar.
Alejandrina, ofreciendo así su pasión se convierte en alma víctima por amor a la
Eucaristía y la consagración al Inmaculado Corazón, mensajes fundamentales de
Fátima.
En respuesta a su valiente petición, los
dolores se empezaron a agudizar hasta convertirse en casi insoportables. Noche
tras noche, con fiebre muy alta, Alejandrina permanecía despierta, recostaba la
cabeza sobre su almohada y con sus manos apretaba fuertemente el rosario como
exprimiendo alivio de sus cuentas:
"Oh, Jesús", exclamaba en sollozos
repitiendo la oración enseñada por Nuestra Señora en Fátima, "es porque te amo,
por la conversión de los pecadores y en reparación por las ofensas al Inmaculado
Corazón de María".
Alejandrina experimentó 180 éxtasis de la
Pasión que eran precedidos por muchas horas de terror que se hacían
sobrecogedoras a medida que el mediodía del Viernes Santo se acercaba. El miedo
era generalmente acompañado por una inmensa tristeza, nausea y una sensación de
terrible aislamiento. Por siete años no pudo olvidar su primera crucifixión.
Escribe: "Todo parecía estar presente frente a mi, sentía el miedo y el horror
de esas horas amargas, la ansiedad de mi director espiritual a mi lado y las
lágrimas de mi familia aterrorizada".
Minutos después del mediodía del 3 de
octubre, de 1938, Nuestro Señor la invitó a sumergirse en Su Pasión:
"Ves hija mía, el Calvario esta listo, ¿aceptas?".
Alejandrina valientemente aceptó. Testigos aguantaban la respiración mientras
ella entraba en éxtasis y, recobrando el uso de sus miembros paralizados, casi
levitó de la cama y emprendió los movimientos de agonía del Getsemaní al
Calvario. Los éxtasis de la Pasión fueron filmados y las imágenes forman parte
importante para la causa de su beatificación en Roma.
Al terminar uno de los éxtasis a las 3.00
p.m., Alejandrina levantó sus brazos en acción de gracias e inmediatamente,
agotada en horror, lloró:
"¡¡No Jesús, No Jesús,
crucifícame!!". ¡¡Perdón, perdón, perdón!!! Ellos tienen el mismo derecho que
tengo yo, porque tu moriste en la cruz por ellos, como lo hiciste por mi. Jesús
no quiero que ningún alma vaya al infierno. Te amo por ellos. Perdónalos, Jesús,
acuérdate de mi en mi crucifixión. El infierno es la mas terrible bajeza". Este
relato nos recuerda uno de los diálogos de la mística Santa Gemma Galgani a
fines del siglo XIX.
Días después, Alejandrina sufrió dolores
atroces, empezó a vomitar sangre y fue torturada por una sed tan fogosamente
intensa que el agua no saciaba; no podía ni siquiera tragar una gota. Empezó a
percibir, literalmente, el "fuerte olor del pecado": "Eran olores increíblemente
repugnantes" recuerda en su autobiografía. "me traían violetas y perfumes para
acercarlos a mi nariz, pero los apartaba porque todavía estaba atormentada por
ese vil olor. Solo el recuerdo de estas cosas me hacen sufrir".
Un día escuchó la voz del Señor que le decía:
"No te
alimentarás mas con comida en la tierra. Tu comida será mi Carne, tu bebida será
mi Divina Sangre, tu vida será mi Vida. Tu la recibes de mi cuando uno mi
corazón al tuyo. No tengas miedo, ya no serás mas crucificada como en el pasado,
ahora nuevas pruebas te esperan que serán las mas dolorosas. Pero al final yo te
llevaré al cielo y la Santísima Madre te acompañará".
Su último éxtasis de la Pasión ocurrió el 27
de marzo, de 1942 en la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores.
Durante los últimos trece
años de su vida, Alejandrina no comió, ni bebió nada. Se alimentaba únicamente
de la Eucaristía. Su sed solo
podía ser saciada por Dios mismo. Fue sometida a muchos estudios médicos, el
último firmado por el profesor Joao Marques, maestro de Ciencias Médicas en la
Universidad de Pernambuco, conferencista calificado para la facultad de dicha
institución, profesor de la rama de nutrición de la Escuela de Servicio Sociales
y presidente de la Sociedad de Gastroenterología y Nutrición en Pernambuco.
Alejandrina compartió a su director
espiritual lo que Nuestro Señor le había dicho:
"Estás viviendo solo de la Eucaristía
porque quiero mostrarle al mundo entero el poder de la Eucaristía y el poder de
Mi vida en las almas".
Durante su larga agonía escuchó la voz del
Señor que le decía:
"Dame tus manos porque quiero
clavarlas con las mías. Dame tu cabeza porque quiero coronarle con mis espinas
como me hicieron a Mi. Dame tu corazón porque quiero traspasarle con una lanza,
como me traspasaron el mío. Abandónate completamente en Mi... Ayúdame el la
redención de la humanidad".
Alejandrina muere poco después de recibir la
Sagrada Eucaristía, el 13 de octubre de 1955, en el 38 aniversario del milagro
del sol en Fátima. Sus últimas palabras, entre murmuraciones, antes de morir
fueron:
"No
lloren por mi, hoy soy inmensamente feliz... por fin me voy al Cielo".
Y a los sacerdotes, peregrinos y
periodistas que abarrotaban el lugar, le dio un mensaje que debe mover a toda la
humanidad:
"No
pequen mas. Los placeres de esta vida valen NADA. Reciban la Comunión; recen el
rosario todos los días. Esto, lo resume TODO".
Poco antes de morir, Alejandrina pidió se le
enterrara mirando hacia el tabernáculo de la Iglesia, diciendo: "En la vida
siempre deseé estar unida a Jesús en el Santísimo Sacramento y mirar hacia el
tabernáculo cuantas veces me fuera posible, después de mi muerte quiero seguir
contemplándole, teniendo por siempre mi mirada fija en Nuestro Señor
Eucarístico".
También dictó a su hermana Deolinda
su epitafio, el que
actualmente se encuentra gravado sobre su tumba: "Pecadores: Si las cenizas de
mi cuerpo pueden ser útiles para salvarte, acércate. Si es necesario pisotéalas
hasta que desaparezcan pero no peques nunca mas. No ofendas mas a Nuestro amado
Señor. Conviértete. No pierdas a Jesús por toda la Eternidad. ¡¡El es tan
bueno!!.
El proceso para la beatificación de
Alejandrina fue solemnemente abierto por el Arzobispo de Braga, en 1973. Fue
completado exitosamente y enviado a Roma. Por su intercesión se están logrando
maravillas. Su causa esta muy adelantada. Pidamos por su pronta beatificación.
Damos gracias al Señor por habernos permitido
visitar en 1996 la Iglesia de Santa Eulalia, donde tuvimos la gracia de celebrar
la Santa Misa ante los restos de esta gran alma eucarística. También visitamos
su casa, vimos la ventana desde donde ella se tiró para salvar su pureza y el
cuarto donde vivió tantos años acostada, en una cama, amando y sufriendo por los
pecadores. Su ejemplo y su memoria nunca olvidaremos.
Madre de Jesús y Madre nuestra, escucha
nuestra oración. Consagramos nuestros cuerpos y nuestros corazones a ti.
Moldéanos, Santísima Madre, llénanos de tu amor. Ponnos, como a Alejandrina,
cerca del tabernáculo de Jesús para que nosotros también podamos servirle como
lámpara mientras existamos en este mundo. Bendícenos, santifícanos, ¡Oh, amorosa
Madre del Cielo!, haznos a nosotros también prisioneros de amor. Purifícanos de
forma que deseemos hasta lo indeseable por amor a tu Hijo y Señor Nuestro,
Jesucristo.
Oh Jesús, que os complacéis en las almas
sencillas y humildes- tantas veces ignoradas, olvidadas y despreciadas por los
hombres! Dignaos exaltar a vuestra sierva Alejandrina, que siempre ardió en
deseos de vivir escondida del mundo y ajena a sus grandezas y alabanzas. Bien lo
sabéis, Señor Jesucristo, como en nuestros tiempos se necesitan las lecciones de
la santidad, que es la realización plena de toda vocación humana y cristiana y,
por consiguiente, la elevación de la criatura al supremo apogeo de la belleza
moral. Revestid, pues, Jesús, a vuestra sierva de la aureola inmortal de la
gloria y escuchad la plegaria que por su intermedio os dirigimos. Concedednos,
especialmente, la gracia que deseamos.........(nombrar
la gracia que se pretende alcanzar), si ha de servir
para honra de Vuestro Nombre bendito, glorificación del Inmaculado Corazón de
María y salvación de los pecadores, por quienes admirable y totalmente se inmoló
la piadosa Alejandrina. Amén!
(Muchas gracias a :)
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