Tomás Rodríguez
de la Cunha, nació en Paredes (Portugal) el año 1598.
De
muy joven se alistó a la marina y llegó hasta las Islas Orientales.
Comprendiendo que
aquella vida no le llenaba, procuró entregarse a la oración para obtener luces
del cielo que le señalen en el camino donde mejor podría servir al Señor.
Conoció a los
carmelitas teresianos de la ciudad de Tatta y le cautivaron pos su sencillez,
por su apostolado y por su devoción a la Virgen María.
Pidió vestir el
hábito, cambiando su nombre por el de Redento de la Cruz.
Desde entonces
procuró tomar la cruz del Señor y aceptar las contrariedades como medio de
santificación. Una vez hecha la profesión como hermano de obediencia, los
superiores le enviaron al convento de Duc y después al de Goa, donde conoció al
Padre Dionisio de la Natividad.
Con él supo
compenetrarse con fraternidad espiritual como David y Joanatán. Los dos se
esforzaban por correr por el camino de la perfección y mutuamente se emulaban en
la generosidad hacia Dios, Maria y sus hermanos.
En la vida del
Bto. Dionisio ya recordamos que el Hno. Redento, a petición del P. Dionisio.
formó también parte de aquella comitiva que en nombre del virrey de Portugal se
dirigió a entablar conversaciones con el sultán de Achén (Sumatra).
Allí, el
29.11.1638, murió decapitado el Hno. Redento confesando a Jesucristo.
El Hno. Redento
fue el primero en morir.
El papa León XIII
lo beatificó -juntamente con el OP. Dionisio- el 10.6.1900.
Su fiesta se
celebra el 29 de noviembre.
Las lisnonjas de
que fueron objeto al llegar ante el sultán de Achen se trocaron muy pronto en
cárcel, tortura y hambre.
Los dos
carmeltias -Dionisio y Redento- fueron tratados con mucha más crueldad que el
resto de la tripulación.
La sólida virtud
del Hermano Redento supo resistir con valentía y denodada fortaleza aquellos
satánicos intentos de arrastrarlo a la religión musulmana y a la aceptación del
Corán.
La espiritualidad
que conlíeva el martirio la vivió nuestro Beato: fe, fortaleza, generosidad,
amor...
Redento fue uno
de los primeros en recibir la palma del martirio. Fue asaetado primero, cosido a
golpes de lanza después y rematado con aceradas espacias.
· que sigamos en pos de Cristo con nuestra propia cruz.
· que nos sintamos dichosos si no nos comprenden o nos
persiguen.
· que amemos e imitemos a Cristo y a Maria hasta la
muerte.
· que seamos para todos y siempre testimonio de
fidelidad a Cristo.
Su oración
Dios todopoderoso
y eterno, que concediste a los mártires Dionisio y Redento el honor y la gracia
de morir por el nombre de Cristo; infúndenos tu fuerza ya que somos débiles, y,
a ejemplo de aquellos que murieron por ti con valentía, haz que sepamos
mantenernos fuertes para dar testimonio de ti con nuestra vida. Amén.